—¡Tanto pero tanto remar para hundirse a un puñado de kilómetros de la orilla!
—¿Qué?
—Nada. Una frase que se me ocurrió. Una pavada.
—¿Cómo se te ocurrió? ¿La leíste en algún lado?
—Se me apareció en la cabeza, nada más. Como cuando mirás por la ventana y de repente ves un pájaro que cruza volando por el cielo. No sabés de dónde viene ni adónde va, pero no podés evitar verlo.
—A veces me das miedo vos.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?
—Es una frase de derrota, de fracaso. Mala onda.
—¡Pará, no exagerés! Si sabía no te decía nada.
—Bueno, pero lo dijiste. Justo ahora.
—Vos te tomás todo a la tremenda.
—Ahora no puedo evitar pensar en eso.
—Ya me veo. Y vas a arruinar todo. Como una profecía autocumplida.
—Yo no traje ninguna profecía. La trajiste vos. Justo ahora. Falta una semana, ¿te diste cuenta?
—Yo dije un puñado de kilómetros, no una semana.
—Es lo mismo. Es una metáfora. Como esos pájaros que ves vos por la ventana, que deben ser buitres por la mala onda. El mensaje es el mismo. Es un mensaje de fracaso.
—Mirá, si vas a estar así mejor no hagamos nada. Me harté. La mala onda la estás poniendo vos, no yo.
—Yo ya no tengo ganas. Vos me sacaste las ganas.
—Encima la culpa la tengo yo.
—Listo, ya fue, no quiero hablar más. Seguí mirando pájaros por la ventana vos.
Siendo honestos... era un poco mala onda la frase
Todo lo que ocasiona un ave…